Artículo publicado por Marta Rodriguez Recio para el blog 'Sexo y Salud' del periódico ABC
Seguro que has visto alguna vez la siguiente escena en una película:
Una pareja mantiene una relación sexual, llegan juntos al orgasmo y al terminar, el hombre se enciende un cigarrillo mientras mira al infinito, acto seguido cae en un plácido sueño. Mientras tanto, la mujer, acurrucada a un lado de la cama, permanece despierta, y podemos ver en sus ojos la necesidad de un abrazo, de una caricia, de una palabra. ¿Te has sentido identificad@ alguna vez con esta escena?
Puede que por miedo o vergüenza nunca hayas expresado ese sentimiento de tristeza después de haber mantenido una relación sexual, pero es una reacción normal desde el punto de vista de la psicología.
“Al terminar de hacer el amor, sentía de repente un mar de emociones dentro de mí, sentimientos encontrados, había disfrutado, pero en ese momento tenía ganas de llorar. Solo quería que me abrazaran y sentir protección, pero no decía nada porque no quería que la otra persona se sintiera culpable.” Es una de las historias que escuchaba hace poco en la consulta y este proceso tiene una explicación biológica.
¿Qué ocurre en el cerebro durante el acto sexual?
El acto sexual se divide en cuatro fases: deseo, excitación, meseta y orgasmo. En cada etapa se producen cambios cerebrales, entre los que destaca la disminución de la actividad en la amígdala, región del cerebro que se ocupa del procesamiento de estímulos relacionados con el miedo. Por eso durante el sexo, además de obtener placer, el miedo y la ansiedad se reducen.
Cuando se llega al orgasmo, entra en acción el sistema límbico, que es el encargado de regular las emociones. Inunda de dopamina el sistema de recompensa del cerebro, que es el neurotransmisor relacionado con el placer, la motivación y el deseo. En ese momento hay una gran sensación de bienestar, similar a la que ocurre cuando se consume una droga, debido a la liberación de esta hormona.
Segundos después del clímax (descarga de tensión sexual), los niveles de dopamina caen rápidamente, situándose por debajo de la media, esto dura unos minutos y más tarde vuelven a su línea base. Pero durante el tiempo en el que este sistema se recupera, pueden darse cambios de humor, tristeza, angustia, falta de energía, y emociones negativas. A su vez, se activan otras hormonas como la prolactina, que causa saciedad y gratificación sexual, lo que evita que se tenga otra relación sexual hasta pasado un rato.
Es por este motivo por el que muchas personas se sienten deprimidas tras mantener relaciones sexuales. Aunque se haya llegado al orgasmo, el cerebro sigue trabajando y recuperándose de todos los cambios ocurridos.
Con esta sencilla explicación biológica, se puede ver como cuerpo y mente están relacionados, también en la sexualidad, lo que desmiente la teoría de que el sexo es una cuestión puramente física. El cerebro humano es como una gran orquesta, con una exquisita coordinación, cada área tiene una función, con un tiempo determinado de entrada y salida en escena, todos los componentes participan de alguna manera, y mientras se desarrolla la obra, se transmiten emociones que van cambiando.
Puede ser que te sientas confus@ tras haber disfrutado del orgasmo y a la vez te sientas triste, pero no debes alarmarte, es algo que forma parte de la biología, y que como toda emoción, viene y va. No te sientas culpable de tus emociones, aunque sean negativas, déjalas estar, y comparte con tu pareja cómo te sientes en ese momento. Expresa tus necesidades, si la otra persona no lo sabe, no podrá saber lo que te ocurre y ayudarte.
En el encuentro sexual nos abrimos a la otra persona por completo, tanto física como afectivamente. Salta las barreras de la vergüenza o la culpabilidad y habla con tu pareja de todo lo que te ocasione confusión en el terreno sexual, de esta manera, llegaréis a una vida sexual sana y placentera.
Marta Rodríguez Recio. Psicóloga.