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Salvájemente libres

Señales


Este espacio está dedicado a ofrecer testimonios de mujeres que se han liberado de distintas violencias que se ejercían contra ellas: psicológicas, físicas, sexuales,laborales, institucionales, sociales, etc. Estas mujeres, acudieron a nuestra consulta en necesidad de ayuda para caminar hacia delante y cambiar de actitud frente a la vida. Tal como afirma el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en la última acepción de salvaje, ellas viven ahora con una actitud “que no está controlada o dominada”. Libres.

Ya había señales. Habría sido mejor seguirlas.

Mi matrimonio no fue bien desde el principio. No fue bien incluso desde antes de casarme. No quise verlo y tiré hacia delante, cegada, queriendo que eso funcionara sí o sí. Es cierto que en el noviazgo vi cosas que no me gustaron, pero las pasaba por alto. Sin saber identificarlo, mi estado era una mezcla entre miedo, y sumisión, por cómo me trataba y me hacía sentir. De repente era lo mejor que le había pasado en la vida y al minuto la peor que le había pasado en la vida.

Eso me llevó a mucha confusión a la hora de decidir sobre casarme. Siempre pensé que sus faltas de respeto y comportamiento eran provocadas por el estrés del trabajo y que eso cambiaría cuando nos casáramos. Cuando yo le cuidara. Además a esto se le suma que yo tenía idealizado el matrimonio y tenia una poco de obsesión por casarme y formar una familia. Eso, junto con sus manifestaciones de amor incondicional hacia mí me llevaba a engañarme constantemente y no querer ver la realidad. El caso es que yo no tenía capacidad de hacer y decir las cosas como las pienso en realidad e incluso a pasar por alto cosas para mi importantes, todo era sumisión a sus peticiones.

¿Por qué hacía eso? No soy capaz de averiguar por qué perdí mi personalidad completamente por él. Me considero una persona decidida, con carácter, segura de mí misma y con las ideas claras, sin embargo, él consiguió que perdiera mi yo y pasara a ser sumisa, miedosa, y muy insegura. Si miro atrás, van reluciendo en mi mente situaciones de mi noviazgo que no eran normales. Las señales ya estaban ahí, las vi, pero no les hice demasiado caso.

Señal nº1.- Enfados inapropiados y faltas de respeto.

A los 9 meses de novios ya me pidió matrimonio. Y esos meses de “preparación de la boda” fueron un martirio. Cambiamos fecha de boda mil veces, el me prohibió contar que me había pedido matrimonio, y estuve 7 meses con el anillo de compromiso guardado en el armario. Hasta que, sin entender el porque, le dije que se lo devolvía. Se enfado tanto que me dejo de hablar. Yo le pedí perdón, sin saber ni siquiera por qué le pedía perdón y seguí adelante. Adelgace 10 kilos. Estrés y ansiedad fue lo que viví. Dejándome la piel por su empresa y por sus negocios con la finalidad de que el no estuviera tenso y no pagara su infelicidad conmigo.

El día de mi pedida fue terrible. Enfados irracionales e incontrolables de los que yo me hacía responsable. El día mi boda fue el peor día de mi vida hasta la fecha. Se enfadó conmigo y con toda la familia por no poner la música que a él le gustaba, echando al grupo de música que me regalaron mis amigas, o no dejando bailar a mis primos pequeños. Encontraron droga en el cuarto de baño de su abuela. Él a mí, ni me miro en toda la noche. Solo se quejaba. Mi miedo crecía. En el fondo de mi sabía que algo iba mal. Pero estaba convencía de que lo cambiaría.

Señal nº2.- Hacerte sentir que eres imprescindible para él.

Es obvio que esa ceguera viene producida por una fuerte manipulación psicológica basada en la debilidad. El se hace débil ante ti, te hace sentir fundamental para su bienestar, y es entonces cuando te problematizas. Se hace el necesitado ante ti cual un niño pequeño y te sientes imprescindible para él, pero sin sentirte querida. Todo eso genera angustia, desasosiego e incomprensión, porque los actos y las palabras nunca se corresponden.

Todo se lo permitía y todo se lo toleraba basándome en no estresarle y dejarle su espacio para no desencadenar en el ansiedad, ya que yo sabía que estaba medicado y que tenía que “cuidarle” cosa de la que se aprovecha para engancharme emocionalmente más aún.

Señal nº3.- Hacerte sentir culpable.

Mi miedo creció cuanto más a su disposición me ponía. Y entonces su trato hacia mí era aun peor. Desaparecía de casa, me gritaba, insultaba o incluso me decía que debía de entenderle y que él era así que lo sentía pero es lo que había. Sin embargo eso iba mezclado con aparentes perdones y promesas de amor eterno. Por eso no terminaba de ver del todo la realidad, ese juego falso de amor te hace confundirte y creer y esperar en que el cambio llegará.

Tiene tanta fuerza esa manipulación que llegas a creer que la que tiene el problema eres tú, que no debes hacer mal sus encargos, o quizá pensar más en él y renunciar a ti, llegas a creer que la culpable de todo eres tú. Angustia intranquilidad y falta de paz eran mis sentimientos constantemente porque en ningún caso te sientes aceptada y querida tal y como eres.

Señal nº4.- Comunicación ambivalente, te digo lo mismo y su contrario a la vez.

Hay una incoherencia tan enrome entre lo que te dice y lo que hace que te empiezas a volver loca. Es una sensación de estar esclavizada, enjaulada y sin salida.

Después de intentarlo todo empecé a contarle algo a mi madre. Y me encontraba tan mal tan angustiada, tan deprimida que decidí ir al psiquiatra. El psiquiatra me dijo que me tenía que cuidar por mi hija y que necesitaba estabilidad emocional para que el embarazo fuese bien, que pensara las causas de mi estado y las escribiera y lo hiciera con esa motivación: la de cuidar a mi hija.

Yo a mi marido se lo contaba todo, pero él nunca se daba por aludido, pensaba que era un tema hormonal de mi embarazo. Él nunca se dio cuenta de que cómo me trataba. Él me decía que no pasaba nada, que cuando naciera la niña todo pasaría y que no le diera importancia. Así seguí, y empecé a apuntar en un diario mi estado del día a día, ese ejercicio me ayudó a sacar las causas de mi depresión e identifiqué según lo que iba escribiendo día a día que la causa de todo era cómo me sentía de maltratada por el que se suponía que era la persona que mas me quería, y que además por mucho que yo más me entregaba, peor me trataba.

Salida: ser sincera con una misma, pedir ayuda, tomar decisiones.

Identificar las causas es un gran paso porque es cuando puedes ponerle una solución eficaz, y fue entonces cuando me empecé a reponer emocionalmente y fui capaz de objetivar la situación y tomar decisiones. Fue entonces cuando los enfrentamientos empezaron a ser diarios y muy gordos en los que los insultos y los gritos empezaron a ser normales cada fin de semana. Y en tonos muy fuertes, “puta inútil”, gritos, amenazas con volver a irse de casa, todo por temas que son una tontería, o por fallos míos, como tirar un objeto, equivocarme con un paquete o con la cena o con el GPS, o sin ni siquiera motivo alguno, en mitad de la consulta del ginecólogo, etc. Así un sinfín de situaciones que me hacían vivir en tensión y presión y que me obligaron a ponerle fin, movida por la hija que llevaba dentro.

Cuando tienes que tomar la decisión sobre ti misma todo es más subjetivo, eres capaz de aguantar más porque la que lo sufre eres tú misma. Pero cuando tuve que decidir por el bien de mi hija tome la decisión de irme de mi casa. Por supuesto él en un primer momento no me retuvo, pero pasada una semana intento todo tipo de estrategias para que volviera a vivir con él. Estuve a punto de caer en sus garras de nuevo y fue gracias a personas expertas, a mi familia y sobre todo a sincerarme hasta lo más profundo conmigo misma, lo que me permitió que no me volviera a engañar y cayera de nuevo en el mismo error.

El proceso es doloroso, es desagradable, es a veces frustrante, pero es revivir. Es además una carrera de fondo porque es un propósito diario con una misma, conmigo misma. En el que prima el SER. Y con esto me refiero a que yo no soy mejor sabiendo mucho un idioma que no sabiéndolo, no soy mejor persona jugando mejor al tenis que no jugando, sirviendo la cena a mi marido a las 3 am o no sirviéndola. Yo valgo por ser yo. Ser y marcar límites. Primero yo ser coherente conmigo misma. Ese ejercicio es diario porque saber decir que no es saber quererse a uno mismo y es imposible querer a nadie sin saber quererse bien a uno mismo.

La espiral es grande, es difícil salir de ahí pero es posible. Muy posible y aunque las heridas tardaran en cerrarse el proceso de duelo es necesario para ello. Hoy doy gracias y animo a todas aquellas personas hombres o mujeres que están en mitad de una relación tóxica a que cojan el toro por los cuernos y tengan el coraje de salir de ahí. Sera entonces cuando sepan saborear la felicidad terrenal sintiéndose salvajemente libres.

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