El psicólogo Pablo Sastre escribe este artículo con motivo del Día Internacional de la Familia, que se celebra el 15 de mayo, en el que plantea el papel fundamental de los padres en la educación de los hijos, en concreto en la esfera afectivo-sexual, y propone algunos recursos tecnológicos para facilitarla.
El 15 de mayo se celebra el Día Internacional de la Familia. Este día surge con un objetivo: concienciar a la sociedad acerca de la gran importancia que tienen las familias en la educación de los hijos desde los primeros instantes de la vida. Los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos y, por tanto, aunque tienen derecho a delegar ciertos temas en profesionales (buscando siempre lo mejor para el desarrollo del menor y no la comodidad o “quitarse un peso de encima”), tienen la responsabilidad de formarse y comprender ciertos temas para poder formar, aconsejar y guiar a sus hijos, eligiendo para ellos la educación que, tras esa formación, consideren más adecuada para su correcto desarrollo y felicidad (Borrell, 2007).
En este 2021, el Día Internacional de las Familias se centra en el impacto de las nuevas tecnologías en el bienestar de las familias. Un tema muy adecuado debido a que, en todos, pequeños y mayores, ha aumentado enormemente el conocimiento y uso de estos instrumentos a raíz de los confinamientos y las medidas de seguridad que se han tomado para protegernos del COVID-19. Así pues, la ONU quiere con esta jornada “promover el conocimiento de estas megatendencias tecnológicas y formular políticas orientadas a la familia que respondan a sus necesidades”.
Recordemos que las nuevas tecnologías han de ser siempre un método, pero nunca un fin. Son una herramienta (de ocio, trabajo, estudio, etc.), por lo que la finalidad no debe ser el uso de la misma, sino que hay siempre que plantearse: “¿a qué me lleva ese uso?”.
¿Debo comprarle un ordenador personal a mi hijo para que lo tenga en su cuarto y haga los deberes? Si le lleva a aprender, sí. ¿Pero a qué más le lleva? Si bajo la excusa del aprendizaje va a disminuir su rendimiento académico porque lo va a usar, además, para horas interminables de juego, redes sociales o para crear en él una adicción a la pornografía, entonces no sería la mejor opción. Pero ¿y si lo necesita para aprender? Por ello, es fundamental el establecimiento de normas para que la tecnología sirva siempre de medio para obtener el fin que se busca con ella y no otros que puedan perjudicar al desarrollo y la felicidad del niño.
Estas normas no deben plantearse como algo negativo a lo que odiar, esto solo conducirá a que el menor busque estrategias para saltárselas. Han de ser presentadas como algo positivo. Hay que explicarle el fin que hay detrás y cómo estas normas son puntos de apoyo que nos ayudan a tener una relación sana con las tecnologías y que contribuyen a tener una vida feliz.
Educación afectivo-sexual a través de las nuevas tecnologías
Sí, las nuevas tecnologías pueden ser una útil herramienta para educar en el ámbito afectivo-sexual, aunque no de cualquier manera. Claramente, en la pornografía se pueden encontrar múltiples ejemplos de cómo son las partes del cuerpo humano, pero si meditamos acerca de las consecuencias que puede tener el uso de la pornografía para aprender la sexualidad (prostitución de la intimidad, agravio hacia la persona, concepciones desvirtualizadas del sexo y del amor del ser humano, mensajes equivocados de las funciones de la sexualidad, etc.), comprenderemos que no es una medida adecuada (además de ser ilegal) para enseñar a nuestros hijos cuáles son las partes del cuerpo humano.
Esto es un ejemplo, posiblemente exagerado, de la importancia de saber cuáles son las vías tecnológicas, su conveniencia y consecuencias positivas y negativas para la enseñanza-aprendizaje de la afectividad y la necesidad de no fiarse de cualquiera para sustituirnos en nuestras responsabilidades como padres.
Para enfocar este tema adecuadamente es importante entender que el ser humano tiene sexualidad desde el momento en el que nace, porque es un ser sexuado (De Manuel, 2007). Sin embargo, el concepto de sexualidad de un niño es muy distinto al del adulto. Los más pequeños viven una sexualidad sin erotismo, a través del descubrimiento y de la curiosidad. Por tanto, si un niño pequeño se toca diversas partes del cuerpo o persigue a su hermana para verla desnuda no es un acto “sucio”, como muchos podrían catalogarlo, sino que lo hace por curiosidad, picardía, o por afán de conocer, y no buscando la excitación sexual que muchas veces se le atribuye. Por otro lado, si estas conductas las lleva a cabo un adolescente, sí estaría cargado de erotismo.
Así pues, es fundamental comprender que la educación afectivo sexual ha de estar adaptada en función de la etapa evolutiva del menor para poder educarle en la sexualidad de un modo adaptado a cómo la puede comprender y vivir. Esto ha de hacerse con total naturalidad.
Desde el nacimiento hasta los 2 años
Durante los primeros dos años, el menor tenderá a tocarse todas las partes del cuerpo. Podrá descubrir sus manos, tocarse la cara y darse cuenta de que se está tocando a sí mismo, y tenderá a tocarse los genitales a la hora del baño o cambio de pañal (es decir, cuando puede) como una parte más a descubrir de su cuerpo, que además tiene muchas terminaciones nerviosas que le darán una sensación agradable (al igual que cuando tiene el pañal puesto y se mira y toca las manos y boca constantemente, ya que hay más sensibilidad). Es normal y conviene permitir al lactante llevar a cabo este tipo de actos. Se trata de conocimiento del cuerpo, no de un acto erotizado (Jiménez, 2021).
Entre los 3 y 4 años
A partir de los 3 o 4 años de edad, comienzan a tener consciencia de las diferencias entre los cuerpos de hombres y mujeres, y de la diferencia entre los órganos sexuales si tiene hermanos/as con los que juega, se cambia, se ducha y va a la playa o piscina. Es el momento ideal para ayudarles en este aprendizaje. Para ello, conviene utilizar con naturalidad momentos como el del baño o el cambio de ropa para llamar a cada parte del cuerpo por su nombre, incluyendo también las partes de los genitales. También se puede hacer uso de juegos y rutinas para aprender las partes del cuerpo de ambos sexos a través de material encontrado en internet como El Bingo Del Cuerpo Humano.
Entre los 5 y 7 años
En estas edades, los niños ya poseen un concepto general de familia, matrimonio, diferencias de sexo… que les motivan a jugar a juegos en los que practiquen estos roles (papás y mamás). Es una parte bastante natural del proceso. Conviene tratar los temas con naturalidad. Es posible que los sorprendamos jugando a juegos como “los médicos” o haciendo que Barbie se bese con Ken. No debe preocuparnos, es la ocasión perfecta para sacar un tema de conversación (¡en tono positivo y con naturalidad!, como recuerda Alejandro Villena en su artículo Construir en positivo: 7 claves para la educación sexual) acerca de cualquiera de sus inquietudes sobre estos temas. Conviene hablar de sexualidad con nuestros hijos, dejando claro que es algo bueno, aunque no deben hablarlo con quien quieran. Han de encontrar en nosotros una figura de alguien que les escucha y comprende, que no les juzga y que les quiere ayudar. Si huimos de las conversaciones en torno a esta temática o mostramos tensión, les transmitimos el mensaje de que se trata de algo malo o secreto, y no confiarán en nosotros para hablar de estos temas y posiblemente acaben con una visión equivocada de la sexualidad (Jiménez, 2021). Además, una comunicación abierta desde los primeros momentos acerca de estos temas con las figuras de apego ayuda a prevenir o detectar casos de abuso que se puedan dar en un futuro (De Manuel, 2017).
Entre los 8 y los 12 años
Con la preadolescencia, comienzan los primeros cambios físicos y hormonales. Desde este momento ya sí empieza a haber atracción hacia el otro sexo. Cosa que antes no se daba. Comienza en algunos casos el interés por la búsqueda de una pareja sentimental y la exploración del propio cuerpo con una clave más sexual y, en otros, a pesar de la curiosidad, no se da ese interés todavía. En esta etapa ya están preparados para conocer en profundidad las distintas partes de los genitales de ambos sexos, su funcionamiento y el funcionamiento de los actos sexuales. Para ello, se pueden utilizar libros de texto o de anatomía con imágenes, vídeos didácticos bien referenciados, juegos interactivos de internet para aprender las distintas partes del cuerpo, etc. Pero siempre con supervisión y explicación de los padres, puesto que ellos son los educadores y el material es la herramienta. Algún ejemplo de material tecnológico podría ser el capítulo de “El nacimiento” de La vida es así o el vídeo documental La odisea de la vida (ambos vídeos se pueden encontrar en YouTube). Asimismo, han de aprender acerca de los cambios que su cuerpo está a punto de experimentar, como el crecimiento de los senos, la menstruación o la capacidad para eyacular.
De los 13 años en adelante
A partir de los 13 y hasta el final de la adolescencia, la persona experimenta unos cambios hormonales muy importantes, se completan los cambios físicos propios de esta etapa y el interés sexual aumenta de manera repentina. Además, las conversaciones en torno a lo sexual y el inicio en la actividad sexual empiezan a estar presentes entre ellos. Una base sólida de formación en lo afectivo y en lo sexual es por tanto fundamental para que afronten esta etapa de manera libre y sana. Han de estar preparados para comprender la sexualidad, lo cual incluye su finalidad, los métodos anticonceptivos y sus consecuencias, y repasar conceptos acerca de la afectividad, la dignidad de la persona, la intimidad, etc. Es bueno procurar que acudan a formación, talleres y charlas bien referenciadas conforme al modelo de educación que haya decidido dársele acerca de la sexualidad y muchas de estas charlas son virtuales o están grabadas y subidas a plataformas como YouTube. Es esencial tratar estos temas en clave positiva, con naturalidad, sabiendo escuchar con atención a lo que nos cuentan y con respeto a su libertad y opiniones.
En conclusión, y tras todo lo planteado, es importante recordar que:
Los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos y por tanto han de estar informados, formados y disponibles para ello.
Las nuevas tecnologías son siempre un medio y nunca un fin, y es muy importante tenerlo en cuenta en la educación de nuestros hijos en todos los ámbitos.
Las normas con respecto al uso de estas tecnologías son necesarias, pero nuestros hijos deben entender el fondo, planteándoselo como algo positivo y no como una restricción sin sentido.
Las nuevas tecnologías, como herramientas que son, pueden ser muy útiles para la educación sexual de nuestros hijos siempre que sepamos qué recursos utilizar y la conveniencia, calidad y adaptación a la etapa evolutiva de las mismas.
El ser humano es un ser sexuado y tiene sexualidad desde que nace, pero no del mismo modo que los adultos. Es importante comprender las diferencias en la sexualidad en función de la etapa evolutiva de nuestros hijos y adecuarnos a ella para proporcionarles una formación adecuada que fomente su desarrollo y felicidad.
Pablo Sastre Ortega
Psicólogo y Maestro
Referencias
Borrell, S. (2007). La participación de las familias en la escuela. Revista Española De Pedagogía, 65(238), 559-574. Recuperado de http://www.jstor.org/stable/23766067
De Manuel, C. (2017). Detectando el abuso sexual infantil. Pediatría Atención Primaria, 19(Supl. 26), 39-47. Recuperado en 13 de mayo de 2021, de http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1139-76322017000300005&lng=es&tlng=es.
Jiménez, M. (2021). Yo te lo explico. Cómo cuándo y dónde hablar de eso con tu peque. España: Anaya Multimedia.
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