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La ambivalencia de la femme fatale

El Dr. Carlos Chiclana publica este artículo para la revista Fila Siete, en el que reflexiona sobre el papel ambivalente de la femme fatale en el cine, descubriendo a la persona que hay detrás del personaje.


Es probable que sin ellas el Cine Negro no fuera cine de culto sino vulgar serie B. También lo es que sin esos personajes femeninos la mujer hubiera tardado más años en hacer espabilar al varón. Sin la femme fatale parece claro que las actrices contemporáneas interpretarían de otra manera.


La mujer fatal del Cine Negro actuaba con una soltura que derrochaba seguridad, poder y control de la situación. Aunque debajo de esas miradas penetrantes, unas veces sumisas y otras despreciativas, se cobijaban almas atormentadas con personalidades inseguras forjadas en vidas trágicas. Malvados personajes como muro y defensa de personas heridas. Podemos apreciar que hay personaje y persona: la femme fatale y la niña herida, la mujer fría manipuladora y la niña débil traumatizada, la mujer araña que tiende su red y el alma llena de anhelos.


Cuando alguien ha sido víctima y no sana su herida es fácil entramparse en el triángulo completado por el agresor y el salvador. Una vez dentro de este inconsciente y perverso sistema, puede posicionarse en cualquiera de los tres vértices en las relaciones con otras personas y consigo misma, o incluso ser las tres a la vez.


Así les ocurre a muchas de las protagonistas de las cintas de ese cine que muestra la decadencia, el pesimismo y los vicios de una parte de la sociedad norteamericana. Un mundo con muchas heridas que todavía supuran, que no puede ni quiere levantar el ánimo y que no se identifica con el happy end propagandístico. Mujeres elegantes y atractivas que vuelan como espirituales brujas encarnadas entre hombres desamparados, sin darse cuenta, quizá, de que sus hechizos se volverán contra ellas. No se enfrentan a cualquiera, sino habitualmente a hombres venidos a menos, débiles de carácter, solitarios física o mentalmente, encumbrados en falsas posiciones de seguridad personal. El velcro perfecto para entrar en una reciprocidad psicológica que perpetúa el daño y el malestar, porque realmente se enfrentan consigo mismas.


No son todas iguales, cada una tiene sus objetivos y los buscan con perversos medios: la ambivalencia moral de Brigid (Mary Astor, El halcón maltés), el crimen de Phyllis (Barbara Stanwyck, Perdición), la ambición económica de Kitty (Joan Bennett, Perversidad), el poder sexual de Gilda (Rita Hayworth, Gilda) y la seducción tóxica de Elsa (Rita Hayworth, La dama de Shanghái), la manipulación de Vera (Ann Savage, Detour) o la traición de Cora (Lana Turner, El cartero siempre llama dos veces).


Dispuestas a arriesgarlo todo, cambian su traje de víctima por el de agresora y en el siguiente baile por el de salvadora, para cambiar a alguno de los vértices de nuevo, movilizadas por los roles de los hombres en los que se encelan y a los que trasladan a alguno de los otros papeles complementarios: agredido, salvador o agresor. Perseveran en su maldición hasta finales verdaderamente desastrosos para ellas mismas y quienes les rodean. Protagonizan las historias, pero no son protagonistas de su vida, que está hipotecada por la quiebra sufrida en el pasado.


SEDUCCIÓN Y TRAUMA

Su maldad obligaba a amarlas y despreciarlas a partes iguales. Su poder de seducción emocional y sexual dejaba a los hombres en evidencia, a veces tan solo amparados por la potencia de una pistola. Hombres también manipuladores, pero impotentes, buenas personas o gánsteres, detectives o ciudadanos de a pie, traumatizados en sus azarosas vidas y retraumatizados por el fino tacón de aguja de alguna de estas hembras. Para ellas, el patriarcado, el paternalismo o la misoginia reinante -si es que los consideraban enemigos- se transforman en sus manos en armas para matar, en energía que alimenta

su lucha por lo suyo, en reglas del juego que trastocarán con solo una mirada, miles de artimañas, triangulaciones y estratagemas. Aunque parecen malas, no lo son, porque no son libres, siguen el guion del alma herida, con mirada de ángel y rabia de demonio; bailan como Salomé, Dalila o Mata Hari.


Decadencia, pesimismo, vicios, traición, engaño, crimen, ambición, ansiosas contenidas, deseosas de cambiar la situación. Pero todo tan elegante que enamora.


A día de hoy, 2022, en las aplicaciones para establecer relaciones afectivas, se produce lo que se denomina “desigualdad de atracción”: las mujeres consideran atractivos solo al 20% de los hombres y están dispuestas a establecer vínculos románticos con una minoría de hombres. Sin embargo, la mayoría de los hombres son propicios a establecerlos con la mayoría de las mujeres. Ellas, como siempre, mantienen el poder de la atracción y de la seducción. Femme fatale vía app y el hombre, débil y narcisista, todavía cree que es el protagonista de la peli.




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