La psicóloga Cristina Vizuete publica este artículo para el Blog de Neuropsicología y Salud de la Consulta, sobre las funciones que tienen las neuronas espejo y la importancia que tienen en los actos cotidianos del día a día.
“Allí estábamos todos, en el bar de todas las mañanas. Yo removía mi café, mientras escuchaba la conversación de los demás. Sentía su mirada posarse en mí, más de lo normal. Se interesaba mucho cada vez que yo intervenía en la conversación y respondía sonriendo a mis bromas. Pasado un rato, comenzó a hacerme preguntas y, sin darme cuenta de cómo pasó, acabamos hablando los dos, sin hacer mucho caso a los demás. Con sus preguntas, parecía estar buscando puntos en común conmigo. Terminamos hablando de comida y me pareció curioso cuando dijo: “Ese restaurante es genial, si quieres un día te llevo. Bueno, reservo y vamos todos”. Ahí comencé a sospechar que tenía interés en mí”.
¿Cómo puede saber el protagonista que la otra persona tiene interés, si no se lo ha dicho? El cerebro se sirve de herramientas, que interpretan las acciones de los demás como si las realizáramos nosotros mismos en primera persona. Esto nos ayuda a deducir y comprender, las situaciones que se generan a nuestro alrededor.
Una de esas herramientas de las que se sirve, son “las neuronas espejo”. Antes de entrar en materia y explicar qué son, vamos a ponerlas a prueba:
“Visualiza un limón. Es amarillo, ovalado. Tócalo: rugoso, a la vez que terso, frío. Lo acercas a tu nariz, huele a limón, entre dulce y ácido. ¿Puedes apreciar cómo empiezas a segregar saliva? Corta un trozo y acércatelo a la boca, prueba su sabor, incluso arriésgate y dale un mordisco. Apreciarás en la lengua, cómo de la textura rugosa sale un líquido ácido… El supuesto limón no está ahí pero tu cuerpo ha reaccionado como si así fuera" (Rojas, M. 2018).
Seguramente al leer esto, hayas apreciado cosas, como aumento en la segregación de saliva. Habrás podido sentir la textura, quizá el olor o se te habrá conmovido la lengua, al pensar que se derramaría un líquido ácido.
Giacomo Rizzolatti en 1996 descubrió las neuronas que hacen posible la comprensión, prácticamente empática, de esta información. Pero, comencemos por el principio:
Una neurona es un tipo de célula cerebral del sistema nervioso central que posee la capacidad de recibir y decodificar la información que percibimos en nuestro entorno, transmitiéndoselo a otras células.
1. “Neuronas Espejo. ¿Descubiertas por accidente?”
Hubel y Wiesel en 1955, descubrieron que ciertas neuronas, se activaban al percibir estímulos visuales y formas geométricas. Años más tarde, Giacomo Rizzolatti estudió lo que sucedía entre las neuronas y el sistema motor. Es decir, observó qué neuronas reflejaban actividad si, además de ver esos estímulos o formas geométricas, intervenimos interactuando con ellos. Por ejemplo, agarrando un objeto.
G. Rizzolatti y su equipo se encontraban haciendo un estudio, observando y monitorizando, las respuestas cerebrales de un mono al interactuar con un objeto. Cuando, de repente, percibieron que también surgía la misma actividad cerebral en el mono, al observar a su cuidador coger el mismo objeto. Y a su vez, comprobaron que esas mismas neuronas se activaban también cuando únicamente se le mostraba el objeto. A esas neuronas que se activaban, se las denominó Neuronas Espejo.
Parecía significar lo mismo a nivel cerebral el hecho de que el mono manipulase el objeto, lo manipulase el cuidador o simplemente observarlo. Como si al cerebro no le interesase tanto quién realiza dicha acción, sino, comprenderla en primera persona.
2. ¡Nuestro cerebro “prevé” los posibles usos de un objeto!
Giacomo trabajando en colaboración con Ideo Sakate, constataron que existía una relación entre la información motora y la información visual. Pudiendo activarse diferentes zonas cerebrales, en base a la forma y utilidades distintas de un mismo objeto.
¿Qué significa esto? Que un objeto, como puede ser, por ejemplo, un palo, activa en mi cerebro, más o menos zonas, dependiendo de si pienso usarlo para alcanzar algo o si quiero usarlo para golpear a alguien o si, por el contrario, lo quiero utilizar como bastón.
Además, se dedujo que nuestro cerebro concibe el espacio no como todo aquello que queda contenido dentro de unos límites, sino como el lugar donde podemos actuar sobre los objetos. Haciendo del espacio algo formado por nosotros mismos, gracias a nuestro movimiento.
En los humanos, se percibió que se activaban igualmente las mismas neuronas al agarrar un objeto, como al ver a alguien agarrarlo. También, cuando en una conversación de dos, uno habla y gesticula. En ambos miembros, emisor y receptor, se activan las mismas neuronas, como si ambos estuviesen realizando dicha acción. De igual forma sucede si vemos a alguien que está triste. Esto nos permite comprender qué quieren decirnos los demás, qué intenciones tienen y hasta ponernos en el lugar del otro.
Diríamos que, a nuestro cerebro no le importa tanto si, por ejemplo, “vemos una pelota”, “la chutamos”, le gritamos a alguien que “chute” o escuchamos el sonido de un balón que ha sido chutado. Se activarían en nuestro cerebro las mismas neuronas en las tres ocasiones, como si nosotros mismos lo hubiésemos hecho.
No obstante, el cerebro se sirve de todas las posibilidades que prevé y de información que ha recopilado previamente, acerca de algo, para deducir, con más acierto.
Por ejemplo, “si veo a otra persona coger un vaso y tengo almacenado previamente en mi memoria, que esa persona tiene problemas con la bebida, puedo pensar que va a beber de nuevo”. “Si sé que viene de correr una carrera, pensaré que tiene sed”. Es decir, no interpretamos lo que el otro hace únicamente con las neuronas espejo. Lógicamente, también existe una parte racional que nos ayuda a afinar más en nuestras conclusiones.
Sin embargo, para que se activen las neuronas espejo, parecen necesarias las emociones. Se podría decir que no sirve solo con ver una acción o un objeto, sino que debemos haberlo experimentado antes por nosotros mismos. “Si un niño observa caminar y él todavía no sabe”, no se activarán las neuronas espejo para esa acción.
3. “Las neuronas espejo nos ayudan a prever y ajustar nuestros movimientos”
Por otra parte, las neuronas espejo sirven para mucho más que para ponernos en el lugar del otro y comprender sus intenciones. Sirven también en la destreza motora. ¿De qué forma? Imagina que ves, una mesa. Y en la superficie hay una manzana, ¡tus neuronas espejo, ya están trabajando! Primero, se activan las mismas zonas que se activarían si la coges. Luego, transmite la información, que haría posible que lo hicieses. Adecuando a nivel motor cosas tan sencillas como la distancia de apertura entre el pulgar y el resto de los dedos. Además, retransmite el peso aproximado que puedes encontrarte al intentar levantarla.
Ahora, imagina que hay una uva también, al lado de la manzana. Tu mano, gracias a las neuronas espejo, ajustará la apertura de agarre en una distancia media proporcional a ambas frutas, por si finalmente, en vez de tomar la manzana, decides coger la uva.
Así, la próxima vez que nos juzguemos duramente, diciendo cosas como “qué cabeza tengo”, “qué cabeza la mía”… ¡Recordemos que en nuestra cabeza suceden un sinfín de procesos y de actividad que desconocemos!
Cristina Vizuete Villegas
Psicóloga General Sanitaria
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