Con motivo del "Dia del docente" ( 5 de octubre) reproducimos como homenaje a todos los docentes este artículo del Dr. Carlos Chiclana:
Querido profesor, maestra, tutor, “seño”, orientador, preceptor, mentor, catedrática… soy uno de los nueve millones y medio de alumnos que este septiembre acudirá a las aulas desde la educación primaria a la universidad.
Tú eres para mí algo más que alguien que hace su trabajo y me enseña “cosas”. A veces parece que no me importas, pero no es así. Te hago algunas peticiones para este curso. Antes de que empecemos las clases porque luego todos juntos siento vergüenza y se me olvida que esto es lo que quiero:
Sé que te han recortado el sueldo, quitado la paga extra, que no te remuneran los sexenios o que no han aprobado tu presupuesto de investigación. Muéstrame con la calidad de tu docencia y dedicación lo que pides en las calles: que una escuela/universidad de calidad para todos es posible, aun con grandes contrariedades, porque el secreto de la enseñanza no reside en el dinero sino en las personas que la imparten.
Tu asignatura es la más importante, trasmíteme pasión con tu trabajo y así yo podré imitarte apasionadamente en la que sea mi dedicación profesional del futuro. Además de decirme que me tengo que esforzar, esfuérzate tú, yo lo apreciaré y podré bailar contigo esa canción.
Necesito límites y saber cuáles son las reglas y los parámetros de tu asignatura y del comportamiento en el aula. Con esto me ayudarás a saber que no todo es relativo, a decir que no, a poner límites a los demás y a ganar en identidad personal. Freud te explicaría que así eres parte del proceso castrador y represor y que me rebelaré. Está bien visto, así maduro y supero la fase fálica, no te preocupes.
No me tengas miedo, si estoy ahí es para algo, no es casualidad. Aunque tenga culpa de mis errores intenta no condenarme si no respondo como debería. Pregúntate qué me pasa, por qué estoy así. No me lo preguntes a mí, no tengo ni idea. Que mis bostezos, interrupciones o conducta inadecuada te indiquen que necesito que me lo digas en otro lenguaje.
Por favor busca una puerta de entrada. Mira si puedes pasar tú o es mejor que lo haga otro, pero no dejes de llamar a la puerta. Mírame a los ojos, escúchame. No oigas lo que digo, escucha lo que quiero decir. Si no te hartas de mi te estaré eternamente agradecido. Lo que hagas conmigo no es indiferente.
Sé que tienes angustias, defectos, ira, enfados y problemas personales y con otros. Resuélvelo contigo o con ellos, no conmigo. No proyectes en clase tu hastío, tu dolor o tu cansancio. Me gustaría que el aula fuera un espacio en el que se dé una relación especial.
Quiero salir de clase esperanzado, seguro, sereno y optimista, con ganas de ser mejor persona, de cambiar el mundo que tengo a mi alrededor y para eso necesito que creas en mí, que te fíes, que me dejes espacio para desarrollar mi propia historia, saber que tengo derecho a cambiar lo que vivo y que puedo hacerlo. Necesito conquistar mi libertad y aprender a ejercerla con responsabilidad.
Si aprecias el trabajo de otros profesores, el tuyo se revaloriza. Si evitas contarme las diferencias con tu jefe o los problemas entre los del departamento, aprenderé que se puede ser discreto y enfocar adecuadamente las situaciones.
Trasmíteme algo que te apasione, emocióname, hazme saber que vale la pena. Que pueda aprender de tu ejemplo, de tu interés, de tu respeto, de tu afán de servicio. No te quejes de que te falta tiempo y cuenta conmigo para hacer la clase algo vivo en el que cada uno podemos aportar algo.
Déjame que piense, me equivoque, me corrija, te lleve la contraria, cuestione tu pensamiento y discutamos como profesor y alumno. No me digas lo que es bueno o malo, enséñame a saber cómo diferenciarlo. No me hables de tus ideas políticas ni de tus creencias ni de sexo, que salga de tu clase con la mente abierta para poder pensar por mí mismo. Si me interesa tu opinión personal te la preguntaré fuera de clase.
Quítate el complejo de catedrático a la antigua y permítete aceptar que a veces no sabes la respuesta o que te has equivocado. Esa aceptación sí que es una lección magistral.
Respeta mi pensamiento, mis creencias y mis formas de hacer las cosas, que experimente contigo que es posible aceptar y comprender a las personas gracias a que son distintas y que precisamente eso me enriquece más todavía.
No quiero ser el campeón o el mejor de la clase, anímame a ser la mejor versión de mí mismo, hasta donde llegue. Por favor, cambia tu queja por el ánimo para que cambiemos lo que no va.
Descubre mis posibilidades, las que haya, no las que a ti te gustaría que hubiera. Ayúdame a desarrollar mis talentos, los que tenga. Haz que crea en mí, que vea tus ojos brillar cuando me hablas, que me sienta capaz y confiado en mis competencias. Puedo aprender de ti, de lo que te llevó a seguir tu vocación de profesor, que es verdad, sé que tienes ideales y los sigues, no te avergüences de ellos.
Cuando acabe el curso me gustaría poder decir que conocí a una persona que vivía su vocación profesional y se comprometía con ella. Que sacaba lo mejor de sí, no a pesar de tantas dificultades, sino precisamente porque era una época difícil que requería de personas auténticas. Me gustaría recordarte toda mi vida.
En el fondo no soy tan zoquete y me doy cuenta de la cosas. Sé de tus problemas, los recortes, tus dificultades laborales… No dejes de luchar por tus derechos, es tu deber. Sé que eres una persona normal como yo, como mis padres y los de mis amigos y también sé que no eres profesor por casualidad.
Te necesito para aprender que es verdad que el mundo puede moverse por algo más que la economía, que las vocaciones existen y que se pueden seguir, que el cambio no viene de fuera ni del sistema, sino de dentro de las personas y que se puede ser un héroe cotidiano en mi barrio, en mi “insti”, en mi casa, en el desarrollo de mi propia
vida.
Nos vemos en clase. Este curso va por ti, Maestro.
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