El psicólogo Borja López escribe este artículo para el blog de Sexualidad y Salud, en el que explica el trastorno por aversión al sexo, un trastorno del deseo sexual caracterizado por el rechazo o la repugnancia a prácticamente todo contacto sexual, así como el tratamiento adecuado para abordar esta problemática.
Las disfunciones sexuales constituyen una serie de síndromes en los que los procesos eróticos de la respuesta sexual resultan no deseables de forma persistente y recurrente.
Masters & Johnson, pioneros en el estudio de la respuesta sexual humana, describieron cuatro fases en dicha respuesta:
1. Excitación: fase en la que se produce la lubricación o el inicio de la erección, acompañado del aumento del ritmo cardíaco y el rubor facial.
2. Meseta: caracterizada por un incremento de la tensión sexual y la aceleración de la respiración.
3. Orgasmo: cuya característica principal es la descarga explosiva de la tensión muscular y la eyaculación en el caso del varón.
4. Resolución: fase en la que se vuelve de forma gradual al estado previo. En el varón se produce un periodo refractario que imposibilita o dificulta volver a eyacular durante un tiempo.
Posteriormente, Kaplan añadiría a la ecuación la importancia del deseo como el conjunto de sensaciones que motivan a ser receptivo a la estimulación sexual. El deseo no puede concebirse como una fase más, sino que está presente de forma transversal a lo largo de todo el proceso.
¿Qué es la aversión al sexo?
Según las distintas investigaciones, las disfunciones más habituales son los problemas de erección y la eyaculación precoz en el caso del varón, y el trastorno del deseo sexual hipoactivo y el trastorno orgásmico en el caso de la mujer. Sin embargo, existen otras alteraciones menos frecuentes como es el caso de la aversión al sexo.
La aversión al sexo constituiría un trastorno del deseo sexual caracterizado por el rechazo o la repugnancia a prácticamente todo contacto sexual. Estos sentimientos desagradables de ansiedad y miedo llevan a la persona a evitar las situaciones susceptibles de iniciar una relación, causando mucho malestar. Puede entenderse como una fobia sexual, ya que se dan las mismas reacciones que en el resto de fobias: aceleración del pulso, sudoración, tensión muscular, etc., por el mero hecho de imaginarse en la situación.
Las causas más frecuentes de esta disfunción sexual son:
- Actitudes negativas hacia el sexo por una educación rígida.
- Experiencias previas de violencia sexual.
- Presión de la pareja para iniciar una relación sexual no deseada.
- Problemas asociados a alteraciones con la identidad.
Los factores psicológicos juegan un papel fundamental en el origen de una disfunción sexual. En la mayoría de casos no existe una única razón, es decir, se debe a la multicausalidad. De hecho, las disfunciones sexuales debidas exclusivamente a causas orgánicas suponen sólo un 5-10% de los casos.
Masters & Johnson dan un papel primordial como causas de padecer una disfunción sexual a la adopción de un rol de espectador y al temor al rendimiento. Otro aspecto importante es la inadecuada educación con mitos y creencias erróneas.
Algunos autores han concluido una serie de factores psicológicos susceptibles de influir en la aparición de disfunción sexual:
¿Qué podemos hacer?
Masters y Johnson afirmaban que el 50% de las parejas padecen una disfunción sexual en algún momento. Sin embargo, tan solo un pequeño porcentaje de las personas que padece alguna disfunción sexual suelen acudir a consulta.
Al abordar cualquier disfunción sexual es necesario tener en cuenta una serie de aspectos básicos:
- Una disfunción sexual es un problema de la pareja, no de uno de sus miembros. Por tanto, es importante implicar a ambos.
- Es fundamental informar y facilitar una educación sexual adecuada a la pareja antes de empezar cualquier tratamiento concreto. De hecho, en algunos casos esto puede ser suficiente para superar la disfunción.
- En la mayoría de casos es necesario aprender a gestionar la ansiedad asociada a las relaciones sexuales.
- Debe trabajarse la comunicación de la pareja.
En casos de aversión al sexo, el tratamiento más aconsejado quizá sea la psicoterapia individual, en la que se trabajen las causas del temor, acompañado de terapia sexual. La mayoría de terapias sexuales se estructuran del siguiente modo:
1. Evaluación y diagnóstico: identificar el problema, sus causas y establecer unos objetivos realistas
2. Psicoeducación sexual: debatir ideas erróneas, compartir información precisa y trabajar creencias y actitudes
3. Focalización sensorial: eje central de la terapia, en el que se busca aprender a disfrutar de la relación, reducir la ansiedad y mejorar la comunicación y la intimidad de la pareja
4. Técnicas específicas para la disfunción sexual en cuestión: en el caso de la aversión al sexo, debido a su componente fóbico puede ser útil recurrir a técnicas de relajación, reestructuración cognitiva y respiración y exposición
5. Evaluación de los resultados logrados.
Gracias al tratamiento, las personas con aversión al sexo verán como sus síntomas disminuyen o remiten, permitiéndoles llevar una vida sexual satisfactoria.
Borja López Crespo
Psicólogo General Sanitario
Grupo de Trabajo e Investigación en Sexualidad
Consulta Dr. Carlos Chiclana
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